jueves, 28 de julio de 2011

Día -12: ¡Oh, si, bien, pollo con patatas!

El título de esta entrada está reservado a los pocos que lo entenderán. 31 personas con las que he compartido los últimos diez días. A nadie más que a mi se le ocurriría irse a un campamento a menos de un mes de marcharse un año fuera pero, sinceramente, no me arrepiento para nada. Porque he conocido a gente increíble, cada uno a su manera. Personas especialicas, como yo digo, porque lo normal es aburrido. Echaré de menos las risas, los chistes cada cual más malo, los picnics a media noche, los abrazos multitudinarios, que me advirtáis de posibles caídas y que me pongan caras lascivas durante la cena. No sé si os volveré a ver algún día, aunque eso es lo especial de estas cosas. Porque toda felicidad es efímera y la eterna se guarda en el recuerdo.
Ah, si, y deciros que, a dos semanas de mi partida, me han cambiado de familia. Resulta que el colegio exigía que alguien de mi familia asistiera al mismo centro. Así que aunque ahora mi courfew se ha visto reducido, mi perspectiva de mi futura vida americana ha mejorado bastante debido a mi nueva host family.
Ya os los presentaré en cuanto les conozca mejor.
Chao chao churris

sábado, 9 de julio de 2011

Día -31: Caída libre

Dicen que las oportunidades tan sólo pasan una vez en la vida. Que son como autobuses a los que si no subes en el momento en el que pasan por delante se irán sin posible vuelta a la parada siguiente. 
Supongo que por eso decidí irme. Pasar prácticamente un año en el medio este de Estados Unidos a orillas de un lago con seis meses de nieve perpetua no fue nunca el sueño de mi vida, pero a todo te acostumbras, aunque ahora no pinte muy bonito. 
De momento las ganas son relativas. Resulta difícil girar la cabeza a lo que llevo construyendo durante años para dejarlo en un aparente stop y comenzar una obra nueva en un nuevo lugar. Y digo aparente porque aunque aquí yo me detenga, las cosas seguirán inevitablemente su propio curso a mis espaldas. Pero son cosas de la vida: unos se van, otros vienen. El viento se lleva consigo las nubes y trae nuevamente tormentas. Las cosas cambian te tengan o no en cuenta. Y tu debes continuar tu propio paso, alejándote por donde tu camino se bifurque.
Y sé que este será de los mejores años de mi vida, o al menos eso espero, porque suerte, lo que se dice suerte, no es precisamente lo mío, bien lo saben los que bien me conocen. 
Y esto es todo, en un mes estaré cogiendo un avión rumbo New York alejándome de tierras españolas hacia una nueva vida. Algo así como lanzarse en caída libre, sin saber si te fallará el paracaídas o qué te encontrarás a tus pies. Pero merece la pena.